Sunday, November 05, 2006

 

"La Vida Continua"

Aprendo de la naturaleza.
Constantemente aprendo de ella.
Ella no se cuestiona nada y si la agreden te lo hace saber con algún cataclismo o alguna que otra inundación.
Para mi la vida es sinónimo de naturaleza. Frente a cada problemática que puedas tener en tu vida, tu alrededor te consuela diciéndote “la vida continúa”. Y es verdad.
La continuidad de la vida es imparable. No se detiene; siglos y siglos respetando amaneceres, ocasos y anocheceres La naturaleza es sabia, no duda, pues su duda sería nuestro final.
Les confieso que llevando este sentir al plano humano es lógico que no nos resignemos al rol que nos toca en esta vida. Nos creemos más que las plantas y demás seres vivos. Ponemos el peso de nuestro pensamiento para diferenciarnos.
Ahí creo yo que está la falta de continuidad en relación a la vida.
Ella no duda, no se entusiasma, no se deprime. Ella continúa y después de hacerte abrigar con el más friolento invierno no se detiene hasta acalorarte con su verano. Para ella todo es parte de un mismo ciclo. Para nosotros cada ciclo corresponde a una temporada.
Todo se vende y se compra.
Si salís de vacaciones de invierno querés que los días sean soleados, en el otoño te jode barrer las hojas y en el verano debo confesar que si estoy realizando alguna temporada infantil, ruego para que llueva todos los días.
Así somos. Así funcionan nuestras cabezas. No tomamos nuestras vidas como una continuidad, como un ciclo a cumplir; las edades nos marcan metas constantemente.
A los 18 tenés que elegir un rumbo. Si a los 30 no estás encaminado, cagaste. Si a los 40 te echaron de tu trabajo sentís que se te terminó la vida. Todo es por tramo. Todo pasado fue mejor porque ya lo viviste. El futuro ronda de forma incierta en tu cabeza porque nada nos conforma. Porque sentimos que se nos va la vida, y la vida no se va, continúa! Nos creemos el centro de algo del cual somos apenas una parte, ni más ni menos que una planta. Es más, con las plantas somos más benévolos que con nosotros mismos. Si un árbol tiene 310 años de edad lo consideramos un monumento histórico; si un ser humano tiene 60 ya lo tildamos de viejo choto, eso sí: todo depende de cómo esté su cuenta bancaria.
Lo que más me reconforta es darme cuenta que este mundo (y cuando digo mundo hablo de toda la naturaleza que lo constituye) ya fue, y es, testigo de todo. En cuanto a nosotros los seres humanos, ha visto a todas las generaciones.
Por más fe que tengamos, nadie ha movido una montaña, porque ahí está precisamente Dios en la naturaleza, que sin descanso desde su nacimiento hace lo que tiene que hacer, cumple todos sus ciclos, nos enseña porqué la naturaleza es sabia y además sabe que dicha continuidad solamente puede ser frenada por las manos del hombre. Ella sabe que él lo está intentando pero es tan generosa que el día que ello ocurra no dejará a ningún ser humano en pie y seguramente esperará los siglos que tenga que esperar hasta que nazca algún organismo que verdaderamente la valore, no compita con ella y juntos puedan infinitamente pregonar, que LA VIDA CONTINÚA.

Carlos Tarrío

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